domingo, 14 de marzo de 2010

Jules Ferry: Laicidad y Educación

La palabra laicidad proviene del griego λαϊκός, laikós - "alguien del pueblo", de la raíz λαός, laós - "pueblo" pasando en el latín medieval a designar ante todo lo que no formaba parte de un orden eclesiástico.

Aunque la Ilustración retomó el término, la palabra fue de uso poco común en los discursos de la Revolución Francesa y su texto fundador, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 aunque podamos ya observar su espíritu particularmente en sus artículos X y XI:

X - Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aún por sus ideas religiosas, siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público establecido por la ley.
XI - Puesto que la comunicación sin trabas de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, teniendo en cuenta que es responsable de los abusos de esta libertad en los casos determinados por la ley.

Es hasta principios del siglo XX, en Francia, aunque ya en germinación desde la Revolución, cuando el espíritu laico y secular (del latín siglo) triunfará y que definitivamente se consumirá con la separación del Estado de la Iglesia, mediante la promulgación de la famosa Ley de 1905 declarando: “La República no reconoce, no paga, ni subsidia religión alguna”, a lo cual la Iglesia Católica no tardaría en responder en la voz del Papa Pío X en la Encíclica Vehementer, de 1906 lo siguiente: "Que sea necesario separar la razón del Estado de la de la Iglesia es una opinión seguramente falsa y más peligrosa que nunca. Porque limita la acción del Estado a la sola felicidad terrena, la cual se coloca como meta principal de la sociedad civil y descuida abiertamente, como cosa extraña al Estado, la meta última de los ciudadanos, que es la beatitud eterna preestablecida para los hombres más allá de los fines de esta breve vida".

Según el filosofo español Fernando Savater, “La laicidad es el reconocimiento de la autonomía de lo político y civil respecto a lo religioso, la separación entre la esfera terrenal de aprendizajes, normas y garantías que todos debemos compartir y el ámbito íntimo (aunque públicamente exteriorizable a título particular) de las creencias de cada cual”. La laicidad de un gobierno no debe ni puede entenderse como un ataque a la religión por parte del Estado, sino todo lo contrario. Es el Estado el garante de la libertad religiosa, para cada una profesión de fe, en un terreno de igualdad. Ser laico no es sinónimo de ser ateo, agnóstico o carente de toda vida espiritual. De hecho, se puede ser laico y creyente a la vez, no existe ninguna contradicción en los terminos. Ser laico significa reconocer el derecho a cada individuo de practicar o no una religión de acuerdo a su conciencia dentro de un marco de respeto y tolerancia mutua. Por eso mismo, la laicidad es garante de paz y de convivencia fraternal y es, sin lugar a duda, un valor eminentemente democrático y republicano.

Ahora bien, para llegar a esta transformación social, donde por primera vez, lo confesional se desligaba de la vida pública, hubo que revolucionar como primer paso a una de las instituciones fundamentales del Estado: la educación haciéndola: obligatoria, laica y gratuita. Recordemos que hasta estas fechas, la educación (del latín educere "guiar, conducir" o educare "formar, instruir”) había estado en el poder de la Iglesia de forma absolutamente dominante, favoreciendo -salvo excepciones de algunos ilustres pensadores- a menudo la ignorancia, la obediencia ciega y la superstición. La emancipación del sistema educativo del yugo clerical, se la debemos a un hombre en particular: Jules Ferry, promotor incansable de una reforma educativa sistémica y fundador de la escuela moderna: "La escuela no debe ser ni una capilla, ni una tribuna, ni un teatro".

Jules Ferry (1832-1893), oriundo del Este de Francia, quien fuera Ministro de Instrucción Pública y Francmasón, iniciado en 1875 por el Gran Oriente de Francia en la Logia La Clemente Amistad, emprendió una serie de medidas secularizantes con las siguientes iniciativas creando una ola de desaprobación en el ala más conservador de la sociedad y no era para menos: gratuidad de la enseñanza primaria pública (1881); regulación de la formación de maestros (1879); obligación para el Estado y para los padres de dar educación a los niños y niñas de entre 6 y 13 años (1882), supresión de la enseñanza de la religión católica en las escuelas públicas, sustituyéndola por la instrucción moral y cívica (1882) y relevo progresivo de los maestros que pertenecían a congregaciones religiosas por maestros laicos.

En su Carta a los Maestros en 1883 declaraba: “La instrucción religiosa pertenece a las familias y a la iglesia, la instrucción moral a la escuela….Sin lugar a duda (el legislador) ha empezado por separar el colegio de la iglesia, asegurando la libertad de conciencia tanto de los maestros como de los alumnos, haciendo una distinción entre dos dominios, demasiado tiempo confundidos: el de las creencias que son personales, libres y variables, y el de los conocimientos que son comunes e indispensables para todos….”

Es, en esta misma época (1877) y, no creo que se deba a una afortunada coincidencia o azares del destino, que el Gran Oriente de Francia, asumirá su posición laica, adogmática y republicana al suprimir de su constitución la frase: La Francmasonería tiene por principio la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, afirmando su defensa irrestricta del principio de libertad absoluta de conciencia respetando en todo momento el credo que profesa o no cada uno de sus miembros. La Francmasonería laica -más no antirreligiosa, positivista y racionalista a ultranza- desde mi punto de vista, está abierta a recibir hombres y mujeres de horizontes religiosos y culturales totalmente distintos dentro de sus Talleres ya que precisamente no exige a sus recipiendarios la creencia en un Dios o Ser Supremo. Por eso mismo, se puede afirmar que la Francmasonería no es una religión y que se encuentra por encima de las religiones.

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